viernes, 25 de mayo de 2012


Hace unos días escribía un artículo con título Steve Jobs, la tecnología y los malos profesores. En el mismo y en los comentarios especulaba sombre cómo evaluar el trabajo de un profesor como bueno o malo, qué criterios o indicadores serían adecuados.
Hoy veo en El suplemento ocasional un artículo de título Los buenos profesores… cuyo contenido reproduzco en parte y que viene ni que pintado. De todas formas, aún hay que pulir más, pues hecho de menos unas cuantas competencias.
  • Primera: sin excepción, los profesores extraordinarios conocen su materia extremadamente bien. Pero no son meros eruditos. Utilizan su conocimiento para ir al fondo de los asuntos, a los principios fundamentales y a los conceptos básicos; son capaces de simplificar lo complejo de manera que motivan el aprendizaje. Tienen además una comprensión intuitiva del aprendizaje humano.
  • Segunda: dan gran importancia a su tarea docente, tanta como a su investigación. Al programar sus lecciones (seminarios, prácticas, tutorías), se plantean los objetivos del aprendizaje.
  • Tercera: son exigentes con sus alumnos, esperan mucho de ellos. Pero plantean objetivos ligados a las salidas profesionales de sus estudiantes y a la formación que estos necesitarán a lo largo de su vida, es decir, no se trata de proyectar dificultades arbitrarias.
  • Cuarta: en sus lecciones intentan crear un entorno para el aprendizaje crítico natural, en el que los estudiantes se enfrentan con su propia educación, trabajan en colaboración con otros, confían en la valoración de sus tareas.
  • Quinta: confían en sus alumnos, son francos y abiertos con ellos, y siempre son amables.
  • Sexta: evalúan el resultado de su tarea y saben rectificar cuando es necesario. Califican a los estudiantes según objetivos de aprendizaje básicos.
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